Coronavirus se podría definir como el Rey de los virus de este siglo pero no por su demostrada ferocidad sino por nuestro denostado reconocimiento a su existencia.
Me gusta decir que la ignorancia es atrevida, tanto que ha permitido durante meses a la población en general, no prestar la suficiente atención a un rey que se presentaba con corona, con un séquito de enfermos y muerte en constante crecimiento pero que, por su lejana procedencia, no fue reconocido como tal y no se le recibió con los honores que merecía a su llegada a España. Pese a sus músicos de la muerte que le acompañaban, a sus bufones de enfermedad y a las alarmantes ofrendas de noticias que nos llegaban de países vecinos, no supimos reconocer al rey Covid19 como merecía.
Hacia la conquista.
Dejamos que entrase el rey de los virus sin lugar donde ser atendido, sin alojamiento u hospedaje suficiente para todo su cortejo. Sin traductores ni intérpretes de un idioma que no habíamos escuchado antes. Sin recursos materiales suficientes para atender todas sus demandas y nos desbordamos ante lo que le había parecido una insolencia. Urgentemente, quisimos paliar todo ese caos que se generó y la población comenzó a prestar atención a las autoridades que previamente y con enorme desconcierto y posible desacierto, desconsideraron lo que iba a ser no ya una visita de estado sino la conquista por ese imperio denostado.
La comitiva iba en aumento según se introducía en nuestro reino, su capacidad de hacerse presente en todo el territorio fue inaudita y cada lugar al que llegaba, su recibimiento seguía sin pompas ni honores y es que no se puede recibir a ninguna autoridad vírica sin el pertinente protocolo de estado que merece, por lo que la conquista ante tal descortesía se estaba gestando.
Deseos de reconquista.
Sin duda la población del reino de España ante la parálisis de Estado que se estaba produciendo, actuó de la forma que el instinto del ser humano nos incita, hacia la protección, hacia los cuidados y el autocuidado procediéndose a tomar las medidas de carácter personal y excepcional que permitieran ponerse a salvo de la invasión y todo ello, mientras esperaban a que sus gobernantes tomasen el mando de un ejercito de medidas y recursos que pudieran hacer frente a semejante impudicia.
Dotados de capital humano suficiente, salió una primera oleada de valientes para hacer un mapa de la realidad a la que nos enfrentábamos, pero ese ejército se replegó rápidamente para reportar el escenario que en todos los puntos de España se habían encontrado. Aquellos primeros, regresaron con un shock semejante al apocalipsis. Sentían que lo que estaban viendo sus ojos y atendiendo sus sentidos, era impropio de una sociedad occidental. Pero dónde estamos, sentían y hacia dónde vamos, temían.
Sin medios y sin conocimiento suficiente había que actuar ya que la toma por imposición del virus era real y sus efectos, devastadores.
Aprovechándose de la debilidad de algunos habitantes, el virus comenzó a causar estragos en la población más vulnerable, las personas adultas de más de 60 años y de las que su sistema inmunitario o patologías previas, las hicieran más vulnerables en el frente a frente. Sin forma de defenderse, la población va cayendo y ante la perplejidad de los gobernantes, las medidas efectivas que contrataquen siguen sin ser efectivas por lo que de nuevo la población y ya advertida, se repliega en su totalidad y decide emprender su propia lucha, la de la supervivencia.
Los que van cayendo ya estuvieron en anteriores guerras donde sus enemigos eran conocidos, iban armados y pertrechados de estrategia pero a lo que se enfrentan en la actualidad no les permite defenderse, por lo que habiendo sido valientes vencedores en épocas pasadas, ahora se convierten en anónimos vencidos acompañados de ingentes daños colaterales que dejan su reguero de dolor e incertidumbre en la economía, en la sanidad y en unos derechos sociales que se ven menoscabados.
Sin fin.
En esta historia no debería haber vencedores ni vencidos, ni héroes ni villanos, ni ángeles ni demonios. Lo que nos cuenta esta historia se basa en dos reinos enfrentados por la ignorancia de uno de ellos y por la victoria inesperada del contrario.
Al inicio decíamos que el coronavirus sería el rey de los virus de un siglo por sucederse, lo será porque el rey de reyes que dejó en jaque a la población mundial fue éste. Podrán venir nuevos imperios invasores más feroces y preparados, pero ninguno de ellos será menospreciado, infravalorado o sencillamente, deslegitimado y el mundo entero se preparará para recibirle con los honores y vítores que el arsenal de una sociedad desarrollada puede permitirse. Habrá más contiendas, pero ya sabiendo siempre el vencedor.